Aguardaba con la mirada impaciente,
donde todo giraba de un modo extraño
cada movimiento decía mentiras con los rostros alados,
y palabras aferradas en la hoguera.
Bajo su nombre aún quedan trazas de ceniza y fuego,
en la boca entreabierta lleva murmullos de caídas verticales
y algún destello adornando los ojos; ojos pontenciado vida.
Las cicatrices son caminos con el tiempo extraviado,
desnudo y con la sed apagada;
arañando pedazos de alma y cielo.
Hoy el tiempo nos está viviendo,
tiene la mirada larga y cruje bajo nuestros pasos,
la espera arde.
Y él conmigo.
Con el Abril cocido en la piel invade los sentidos,
acompañando un lenguaje que se abre paso dibujando agua,
las tormentas cobran forma,
los gritos bailan en la punta de la lengua.
Y la vida parece existir.
El cuerpo es uno sólo, el vaivén de los latidos estalla en nuevos mundos,
cada suspiro se siembra y crece más adentro,
llenando de madrugadas de sonidos y viento.
Un escozor arde en la garganta, las sensaciones florecen,
los cuerpos vibran, las pieles se funden entre las sábanas.
Y yo, aún puedo galopar sobre tu nombre.
Para Eduardo.
1 comentarios:
La vida siempre existe más cuando se pueden palpar los nombres y recordar los dibujos hechos sobre la piel.
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